jueves, 13 de junio de 2013

El lector contemporáneo y el moderno gafapasta

Seguimos con piezas de análisis acerca de medios digitales y nuevas propuestas; hoy nos centraremos en el magazín Jot Down, expresión inglesa que significa tomar nota. Jot Down es un proyecto de amplio espectro en el que encontramos productos muy variopintos bajo el paraguas de la manifestación cultural. Contemporary culture mag, así de redondo y extranjero, muy del gusto moderno. Es curioso el asunto de la procedencia de los nombres: los que prefieren arraigarse en el casticismo más retrógrado, escogen por contra conceptos de viejo cuño castellano: La Gaceta, La Razón. Hay que andarse con cuidado hacia donde pone uno el ojo, de la misma manera que no es lo mismo llamar a tu hija María de la Concepción que Jennifer.

Más que los contenidos que ofrece de manera gratuita la web, pretendemos poner de relieve algunos aspectos fundamentales del modelo de negocio de la revista digital. Y para ello seguiremos los puntos clave desarrollados por la entrevista a los fundadores de Jot Down Magazine, del blog Periodismo sin bolsillos. Una charla breve a la vez que directa, que radiografía la columna vertebral del proyecto digital, y su peculiar visión de un periodismo tan a contracorriente como esperanzador. Empezamos.

Jot Down nace de la vocación por los textos culturales de un grupo de amiguetes: «un día, durante el aperitivo, nos pusimos a pensar en la revista que nos gustaría comprar y decidimos que sería una bonita aventura editarla nosotros mismos. Teníamos muchas ilusiones y ninguna certeza». Al partir de la ilusión, quizá se tenga una mayor osadía en dirigir el proyecto, porque se parte de lo que realmente se quiere, y si eso está claro no aparecen las trampas de lo convencional, los tópicos manidos: el sesgo de la crisis, temática aburrida y excusa sobada. No es que garantice el éxito, ni mucho menos, ni tampoco hay una relación inevitable entre la ilusión, la inexperiencia y la innovación que, además, funciona. Pero en este caso sí que lo explica. Locos con suerte, dirán. Pues no.

En el origen del proyecto había la creencia de que en Internet tenía que haber espacio para un periodismo distinto, lento, profundo, atemporal, narrativo… Pero era eso, una creencia, una intuición. Sabíamos que íbamos de cabeza contra todo lo que los gurús decían que tenía que ser un medio en Internet, pero nos daba igual. Decidimos probarlo porque, no lo olvidéis jamás, Dios odia a los cobardes.

Esa es la feliz diferencia: artículos largos, tan largos que uno tiene que revisitar, o imprimir —ya saben, viejas costumbres de emigrados digitales— porque la incursión (o escaqueo) en la navegación —para la que se preparan los medios más convencionales— estaba prevista solo para unos minutos en la portada de algunos noticiarios y páginas de entretenimiento. Titulares, gifs y vídeos. Vean el anuncio con motivo del análisis de los minutos por página en diferentes medios. ¡53! Un tiempo necesario para leer, pararse, releer, dialogar con uno mismo, reflexionar, comentar con los demás, responder, y aprender.

Un nuevo lector, menos distraído pero no aburrido, que prefiere conocer y no consumir sobre aquello que le mueve: la película que vio ayer, la frikada de turno de la tele, una reflexión sobre los desmanes políticos de siempre, o el retrato de un personaje histórico de tu equipo de fútbol. Por decir algunas temáticas. Todo lo que aporte algún valor a las manifestaciones artísticas y humanas, desde la ciencia al arte. O también nuevas miradas a la festiva cultura de masas con poca miga, por qué no. Es por la temática deportiva, sin embargo, por el motivo que conocemos el magazín, además de su buen posicionamiento y difusión de los contenidos por las redes sociales.

Entre el blanco y negro nostálgico, colores corporativos de la web; un ambiente idílico —mediterráneamente feliz y sarcástico con los titulares—, la imagen de la marca radica en la diferencia. En la diferencia de un proyecto que nace de la necesidad de ver una revista que no estaba en el mercado. Esto es, firmar un manifiesto de disconformidad con el estado de las cosas y dirigirse a esa minoría cómplice que también espera algo diferente. Perdonarán la digresión: creen que un magazín cultural de este tipo ¿es un proyecto que debe aspirar a abarcar el máximo público posible, cambiando el arquetipo del lector medio y las convenciones del periodismo digital? ¿O, por el contrario, es una web de rarezas, excéntricos y demás especies en extinción, elitista y decididamente minoritario: como la poesía, que solo la leen los poetas? La respuesta, como siempre, estará en los grises que resuelven la facilona dicotomía.

Volvamos al hilo. Pasemos ahora por las características estructurales del medio de comunicación. Una inversión inicial baja —plantilla de wordpress, servidor y dominio—, una red de colaboradores autónomos y una plantilla fija reducida son los puntos fundamentales de Jot Down Magazine. En definitiva: pocos costes de producción y difusión al tiempo que la financiación iba en aumento gracias a la buena acogida de la página, que superó las 400.000 visitas en 2012, al año de la creación del sitio web.

Siempre decimos que Jot Down Magazine no tiene ánimo de lucro, pero tampoco ánimo de luto. A día de hoy hemos conseguido que sea sostenible. El porcentaje de ventas de nuestras ediciones en papel, las segundas ediciones… nos ha sorprendido la fidelidad de los lectores, pero es justamente sobre esta fidelidad sobre lo que puede cimentarse la viabilidad del proyecto. Poco a poco vamos encontrando nuevas vías de ingresos, empezamos a ser un buen soporte para la publicidad (siempre que ésta entienda nuestras normas del juego). 

La carencia del ánimo de lucro nos lleva a la idea de un periodismo originario, al margen de las exigencias económicas de unas empresas que aspiran al máximo beneficio posible. Quizá no tengamos que ganarnos la vida escribiendo; quizá solo sea posible tener un periodismo que valga la pena fuera del mundo crematístico del capitalismo salvaje. El modelo de negocio tradicional está agotado, eso es de dominio público, y la primera gran resaca del siglo xxi nos deja la credibilidad social del oficio por los suelos —sí, así, generalizando un poco—, y el triste recuerdo de una vida digna mientras el futuro es cada día más y más precario. No sería tampoco mala idea que nos mantengan mientras vamos preparando la revolución. Nuestros lectores o nuestra mujer, que el mundo ya está cambiando.

Al margen de la publicidad, «nuestro modelo de negocio, paradójicamente, se sostiene gracias al papel». ¿Y cómo es esto? En este medio hay un espíritu tradicional que difunde de manera contemporánea contenidos culturales —es decir, partiendo de lo digital e incurriendo también en lo transmedia: lo audiovisual—  redirigiendo el papel en ediciones lujosas, o libros y otras cabeceras como Líbero, Panenka o Mongolia. El segmento de mercado al que se dirige prefiere un tipo de producto a la antigua usanza, de una  que sacia la sed bibliófila. Pero no nos engañemos: ese segmento que antepone la calidad queda alejado de las grandes audiencias. De momento.

La distribución de otras cabeceras afines al proyecto suma y no resta en la búsqueda de un público de referencia, pues fortalece un mismo discurso periodístico en la variedad de casos complementarios. La colaboración, pues, sustituye a la competencia, y la lucha por las audiencias pierde el sentido en un sector en el que el reto principal no es tanto el número de clics, sino un trabajo común que aúna los recursos de aquellas revistas con más capacidad para llegar finalmente, todos juntos y más y mejor, a un segmento de público cada vez más identificado, ese nuevo lector:

Y funciona. Y todos ganamos: estas cabeceras han tenido una nueva vía para llegar a sus lectores (y a otros nuevos), las librerías, contenidos de calidad y originales que jamás les hubieran llegado por los cauces convencionales y los lectores, la oportunidad de conocer nuevos contenidos que quizá de otro modo no hubiesen descubierto.



Así que ya saben: Jot Down, crónica de la locura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario