jueves, 17 de enero de 2013

Corazón de pachanga


El pasado 21 de diciembre de 2012 se celebró en la pista del barrio Colomí de Vila-seca la segunda edición de la ‘Liga del pueblo’ organizada por el Espai jove, lugar de encuentro de jóvenes y adolescentes dentro de la red juvenil de ocio y entretenimiento del Ayuntamiento. La leyenda del 10 se acercó a la última jornada de competición para examinar el alma deportiva de unos aficionados que, en esta ocasión, se vistieron de corto.

Siete de la tarde. Noche cerrada en Vila-seca y las calles, víctimas de la penumbra pegajosa de un inverno que asoma su disfraz navideño, se estiran solitarias entre la neblina. Letanía de villancico castizo en las calles comerciales de la localidad y al lado del mercado municipal, sombrío como de costumbre, una pequeña pista de fútbol sala acoge a una cincuentena de espectadores pertrechados en sus abrigos. En la pista vibra una luz potente, nueva. Es el calor del espectáculo, la lumbre del fútbol de barrio, la cercanía de la pelota.

Entre varios gritos, ánimos y quejas, el balón ya rueda. Y sí, el ambiente, de gala: focos, redes y público. La pista, contigua a la estación, está acostumbrada a citas más informales, a niños correteando y a padres futboleros que, a la luz del domingo, ayudan a dar los primeros pelotazos a sus pequeños antes de aprender siquiera a caminar. O a triangulares improvisados cualquier tarde, todos contra todos. Es la tradición del fútbol, la transmisión padre a hijo, el anhelo de llegar a ser una leyenda. Es esta una cuna de sueños frustrados, de primeras ilusiones, de goles olvidados, que hoy invita a sus hijos más crecidos a participar del baile. Todo el mundo está invitado. Porque el fútbol en esta liga se entiende de otra manera, habla otro idioma. Uno mucho más familiar y amable.

Sus protagonistas no están guiados por la disciplina de los exigentes entrenamientos semanales, ni por la ambición mal entendida o la maza autoritaria de un entrenador. Suelen ser grupos de amigos, heterogéneos, con algún que otro jugador en activo, del Vila-seca o de similar categoría, entre muchos amateurs y jóvenes deportistas. El premio tampoco suele ser el cebo. Cuentan que en la primera liga el primer y el segundo clasificado compartieron mesa junto a la organización en una cena pagada que sirvió de recompensa a ambos.

Hay bromas, gritos, carcajadas y uniformes desiguales en los mismos equipos, aunque algún equipo ha conseguido un patrocinador que le facilita ropa oficial. La competición fluctúa en número de participantes y formato: en la primera edición fue una liga regular de dos vueltas de casi todo un curso, aunque en esta ocasión el poco tiempo ha obligado a implantar otro tipo de sistema: una liguilla más un seguido eliminatorias a un partido, desde los cuartos de final. Además, la procedencia de los jugadores no es exclusiva del pueblo, está permitida la participación de equipos de los pueblos más cercanos, gracias a un acuerdo de colaboración entre las diferentes concejalías de juventud y deporte.



Ya en el partido, entre el jolgorio, los organizadores pelean por imponer la ley dentro de la selva. Son los trabajadores del Espai jove, gestionado por la fundación En xarxa, subcontratados por el Ayuntamiento para vertebrar las actividades de ocio en el pueblo. Cuentan con un local céntrico, que estos últimos viernes han cerrado para salir a jugar. Un árbitro y una ‘mesa’. Son Sergio Vicente y Núria Barragán.

Como son pocos efectivos, han comprimido la liguilla en unos pocos viernes con el objetivo mantener abierta la sede el día los máximos viernes posibles, a petición del consistorio. El tiempo reduce la cantidad de partidos, pero los hace más valiosos por su escasez, y la brevedad de la competición también acerca más el premio, que se duplicaría o triplicaría si estas ediciones se dieran más a menudo dentro de un mismo año.

La participación activa de todos los jugadores es el motor de la Liga. No hay nada decidido de antemano, y todo se vota o se decide mediante acuerdos entre los equipos. Así se determinó, por ejemplo, que para el tercer y cuarto puesto se resolviera a penaltis; o también el calendario, ordenado según la disponibilidad de los miembros de los equipos. Los mismos organizadores son los responsables de acercar el poder decisión a todos de manera democrática, cediendo protagonismo, con el propósito de fomentar la iniciativa, la solidaridad, la superación, el compañerismo y la integración entre todos los jóvenes.

Por eso no solo cumplen una tarea lúdica como responsables, sino que se proponen estimular esos mismos valores formativos inherentes al deporte. Así se vio en la entrega de premios, oficiada por el concejal de juventud: no solo hubo premios para todos, en especial para los finalistas –de nuevo invitados a una cena de cohesión grupal— sino que todos aquellos que participaron de alguna manera en el desarrollo de la liga, como colaboradores en la organización, fueron recompensados con un diploma. Al margen del título, el reconocimiento delante de todos los compañeros, y de alguna autoridad local, es el mejor aliento para inculcar principios como la cooperación, la participación y el compañerismo.

Y así se dio también, cuando en la primera semifinal entre el Atlético Vila-seca y Arnica Sports, un error arbitral en la no señalización de una cesión, paró a todo el equipo colchonero, petrificado, hecho que provocó el gol de las centellas nada bisoñas de Arnica. La decisión marcó el partido y cabreó a varios jugadores, en especial a aquellos de sangre más caliente. A partir de entonces, cada decisión del árbitro fue discutida y, ante cualquier duda, el instinto primario del grito y el reproche encendió el ambiente. Las buenas intenciones de todos de ‘pasar el rato’ se perdieron, por un momento, entre el subidón de pulsaciones y la tensión de los partidos importantes.

Como nos contó David Oliver Torrente, jugador del equipo Conos de Carretera: “Los que llegan a la final tienen un nivel bastante bueno, hay alguno que ha jugado en el Salou de fútbol sala, en divisiones buenas, y por eso el nivel es bastante alto al final. Al principio, se apunta todo el mundo para disfrutar un rato, porque nos apuntamos todos para pasarlo bien, pero al final se puede competir ‘agradablemente’.” O, como explicaba José Antonio Losada, finalista del Atlético Vila-seca, al final del partido: “Es normal, entre colegas y, sobre todo, amigos del barrio, siempre hay la típica rivalidad de siempre. Pero no va a más nunca. Al final, todos venimos aquí a disfrutar del fútbol sala y pasarlo bien un rato, tipo pachanga. Rivalidad cero. Pero si juegas con alguien que conoces, siempre está el extra que le da al partido, nada más.”



Puede que sea cuestión del nivel competitivo, una vez la desigualdad entre los equipos disminuye en el tramo final, ya que, aunque todos son mayores de 16 años, sí se notan las diferencias entre los adolescentes de 16 y los adultos que rondan los 20. Seguramente, esta mezcla de categorías descafeína la competición en las primeras fases. De esta manera lo exponía David: “Más que nada, hay mucha diferencia de edad. Pero a veces no te puedes fiar, esta gente son los que corren más. A nosotros igual nos pilla de fiesta; y ellos vienen con ilusión, nunca la pierden. Han llegado a las semifinales y les han plantado cara a nuestro rival en la final, solo han perdido por un gol. Con un poco de controversia con el arbitraje, pero al final ha quedado así”, refiriéndose al tercer clasificado, de los más jóvenes, Arnica Sport.

Como apuntaba Oliver, la polémica tras el malentendido arbitral estuvo a punto de estallar en la segunda parte del partido, cuando los constantes reproches y faltas de respeto de algún jugador cansaron al árbitro. La otra organizadora, Núria, paró el partido e irrumpió en la pista. Y de un modo pedagógico, dio una charla en medio del corro de los dos equipos, que acabó con una breve disculpa entre el jugador de Arnica y el trencilla. La intervención de los educadores como mediadores del conflicto frenó en seco la tensión y resultó fundamental para devolverle el aire festivo al resto de partidos, precisamente los más decisivos y cargados de tensión.

La final volvió a repetir los protagonistas de la primera edición, Atlético de Vila-seca y los Conos de Carretera, los dos equipos con una media de edad más alta. El encuentro ofreció un espectáculo deportivo muy ágil, debido a unas defensas más relajadas a medida que el partido iba avanzando, repleto de transiciones rápidas, de ida y vuelta, entre cada ataque. Fue el equipo rojiblanco el encargado de adelantarse, por medio de un gol en propia puerta de Jonathan López, que marcó para su equipo después, una vez el partido estaba completamente roto. En una sangría en los últimos minutos, el campeón aprovechó el mal estado físico del rival, deshinchado en el último tramo. Al final, un bello tanto de espuela marcado por José Ramón Chillón sentenció el encuentro.

Este último, junto al citado Jonathan, o los también presentes Raúl Estébanez o Fran Lozano, son los representantes de la última camada de jugadores jóvenes que alternan participaciones en el filial del Vila-seca C.F con el primer equipo. Su presencia aumenta el nivel de sus respectivos equipos, casi inalcanzable en este punto para los participantes de menos edad, obligados al reto imposible o a la épica del esfuerzo colectivo. Cabe destacar que el grupo más nutrido de participantes está formado por aficionados retirados de la práctica federada, como se nota en los diferentes estados de forma de todos ellos, y que algunos lucen en efímeras carreras y en el oficio que dan los años sobre el campo.

Por otro lado, esta edición solo ha podido contar con diez equipos, muchos de ellos formados por los jóvenes que acuden habitualmente al centro de reunión del Ayuntamiento. Aunque un deporte estrella como el fútbol reúne a más adolescentes, que no suele responder a las demás actividades promovidas por este espacio público, sí que la respuesta popular no es representativa en un pueblo del tamaño de Vila-seca. Se echan de menos, para el espectador y para la variedad de la competición, más equipos, más partidos y entre rivales más parejos, quizá divididos justamente en dos categorías, a causa de las importantes diferencias físicas en una franja de cuatro o cinco años.

Sin embargo, pocos pero bien avenidos, los participantes están muy implicados en la actividad, como consecuencia del funcionamiento activamente cooperativo de la liga. En palabras de José Antonio Losada: “Hay que participar un poco en todo lo que hace el pueblo, y más siendo deporte. La primera [liga] tuvo mucha aceptación, incluía equipos de La Canonja, este año han venido equipos también de Cambrils. Crean un vínculo entre los diferentes puntos de información juvenil de Tarragona, y yo creo que es favorable para el deporte y para los críos.”

Además, todos ellos valoran muy positivamente el impulso de actividades deportivas para todos los jóvenes. Vladimir Kushnir, con tan solo 16 años, nos lo cuenta: “Falta más gente para organizar. Solo está Núria, y creo que con más gente se podría organizar mucho mejor. Este pueblo está súper aburrido, no hay nada que hacer, y poner una actividad como esta, todos los viernes disfrutamos y viene mucha gente a vernos.”

La insatisfacción del joven de origen ruso evidencia las ganas de iniciativas deportivas bien llevadas de la juventud,  tanto, que se puede entrever en esa sincera demanda de recursos, la implicación en el proyecto y el interés de que esta iniciativa siga desarrollándose cada temporada. 




Luis Alberto Moral Pérez